Volviendo del Duelo
Estamos de vuelta. Sé que tengo mucho tiempo sin escribir, y
si eres de las mamis que a veces me lees, o de las que me lees siempre, te
agradezco tu interés, y al mismo tiempo me disculpo por mi ausencia.
Ya han pasado 8 meses desde el nacimiento de mi hija Nina,
luz de mis ojos, energía de mi ser. Ya han pasado 7 meses de la muerte de mi
hija Nina, lucero que me ilumina todas las noches. Alma preciosa que ahora
vuela libre por el universo guiándome y dándome fuerza.
Cada pérdida es terrible. Cada vez que fui al médico
entusiasmada con mi embarazo sólo para enterarme que dentro de mi habitaba un
cuerpo sin vida fue increíblemente dolorosa. Pero confieso que ésta fue la
peor. No sabía antes si ver nacer a tu bebé y verle morir era mejor o peor que
perderle en la panza. Es peor que muera. Infinitamente. Es horrible luchar día
a día, tener esperanza, obligarte a tener esperanza, perder todo lo que tienes,
usar hasta tu último recurso monetario, estar en un lugar que no conoces, dejar
todo para sólo dedicarte a eso para que esa persona que amas igual muera.
Vivir esa situación es un trabajo. Tu día empieza a las 5am
y termina a las 8pm, como un empleo. Y eso es precisamente lo que es, un
trabajo, tan gratificante y doloroso como un empleo cualquiera. Sólo que aún en
las horas en las que no estás en la chamba sigues pensando en eso. Piensas en
eso todo el día. No puedes, no te permites pensar en más nada.
Mientras estuve en el hospital con ella me sentía culpable
cuando reía. Cuando me sentía bien por una cosa, por cualquier cosa que no se
tratara de ella enseguida me sentía culpable porque pensaba que no tenía
derecho a pensar o sentir más nada que no fuera ella. Un sentimiento constante
de culpa me embargaba por cualquier cosa. No le deseo a nadie, ni a mi peor
enemigo (aunque no tengo ni he tenido un enemigo jamás en mi vida) que pase por
lo que pasé. Trastoca tu vida completamente.
Pero aprendí inmensamente. Y todo gracias a ella. En el
momento que pasó todo lo que pasó me sentía profundamente desilusionada del
mundo. Aquellos que dicen ser mis amigos, mi familia, mis seres queridos, me
habían fallado terriblemente. Me sentí en un momento que éramos sólo mi esposo,
mi hijo y yo contra el mundo. Que aquellos que tenían la posibilidad de ayudarnos
nos dieron la espalda y en el menor de los casos nos ignoraron y se hicieron
los locos. Estaba muy triste y dolida
con mucha gente, con el mundo en general.
Pero luego un día llegando a mi casa con mucho esfuerzo
precisamente porque quien me dijo que me ayudaría no sólo no me ayudó sino que
me causó inconvenientes, pasó lo peor que pudo haberme pasado en la vida.
Comencé a sangrar y hubo que llevarme de emergencia al hospital. Lo demás es
historia. No lo contaré porque no creo que recordar experiencias tan horribles
y devastadoras vengan al caso.
Lo que sí viene al caso es la ola de solidaridad y amor que
sentí con todo lo que pasamos. No nos faltó techo para dormir en una ciudad que
no conocíamos. No nos faltó comida aunque no tuviéramos un bolívar. No me faltó
un hombro para llorar. No me faltó dinero para comprar medicinas y hacer
exámenes después de la primera semana en la que me gasté hasta mi último
céntimo. No me faltó gente que se llegara a donarle sangre a mi pequeña. No me
faltó ni siquiera quien cubriera los gastos de su cremación.
Aquellos que pensé que se volcarían a ayudarme, es cierto,
no lo hicieron. Pero aquellos que ni siquiera conocía, aquellos que leyeron mis
mensajes en Facebook, y sus amigos y conocidos se llenaron de amor y se lo
propagaron a mi hija. A mi pequeña no le faltó nada durante los 29 días que
estuvimos en Aragua, desde su nacimiento hasta su cremación. Eso te hace darte
cuenta de que aunque haya un sistema que se traga a mucha gente sigue habiendo
gente que no se deja absorber, que siguen practicando la solidaridad, que
siguen mirándote de frente en lugar de darse la vuelta e irse. Eso te llena
mucho, aún dentro del duelo.
Y por supuesto que en medio del peor momento de mi vida
estuvo el mejor momento de mi vida dándome fuerza. Mi pequeño Moisés, un
guerrero, el hombre más fuerte, más leal, más inteligente, más importante de mi
vida siempre estuvo para brindarme una sonrisa hermosa, un abrazo amoroso, una
mano solidaria.
Verlo jugar sin entender lo que realmente ocurría me llenó
de vida. Se hizo amigo de todos en el hospital, la muchacha de los teléfonos y
el café lloró al abrazarlo cuando nos despedimos de ella el día que nos fuimos.
A pesar de que en muchas ocasiones perdí la paciencia y no lo traté como se
merecía, él siempre me miró amoroso, tomó mis manos y me besó y me abrazó y me
dijo que me amaba. Debí tratarlo mejor. Debí ser más suave. Debí separar ambas
cosas. Pero no pude. No sé si otra madre en la misma situación sería así. No sé
si fue normal. Pero sé que él fue un duro, se lacreó, fue un gigante ante la
adversidad, sabiéndolo o no.
Hoy, después de más de 8 meses en los que aún la lloro, en
los que aún la sufro, en los que aún la sueño, puedo decir que he regresado del
duelo. Ojo que digo que he regresado, no que lo he superado. Es terrible lo que
pasé, lo que pasamos. Es terrible lo que muchas madres pasan con sus hijos, sin
importar su edad. Pero tengo el consuelo de la fortaleza. Sé que he pasado ya
lo peor que puede pasarme en la vida, nada me dolerá como esto me ha dolido,
nada que me pase me hará sufrir como lo que sufrí al perder a mi hija. Pero
nadie me hará sentir tanto amor como mis dos hijos, nadie me dará tanta fuerza
como ellos, nadie me hará sentir tanto amor como ellos. Y si no fuera por
Moisés hoy no estaría donde estoy. El me hizo volver a sentir amor. El me hizo
volver a la vida. Sus hermosos ojos y sus manos me devolvieron a este mundo del
que confieso que un día quise irme cuando me enteré de que Nina había muerto.
Moisés es mi vida. Moisés es mi todo. Él me mira y me llena de amor. Él me ha
hecho volver del duelo. Así que con este escrito vuelvo oficialmente al ruedo
de nuevo. Te doy la bienvenida a mi blog, la mamá que soy, donde te invito a
que compartamos la maravillosa experiencia de ser madres y padres, aún a pesar
de los momentos difíciles y dolorosos. Mientras estén ellos y ellas con
nosotros, todo será posible, todo dolor será superable, toda lágrima podrá
secarse, todo el amor nos llenará hasta el último rincón de nuestro cuerpo y
alma.
Hoy vuelvo del duelo para que compartamos ideas,
pensamientos y más sobre las maravillas de la maternidad y paternidad.
Bienvenidxs de nuevo, que gusto verles.
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