La mamá que soy


Creé este blog porque soy antisistema. Y como mujer antisistema creo firmemente que cambiar el sistema, el mundo, empieza por el cómo criamos a nuestros hijos. Así que decidí que aunque fuera más difícil y cuesta arriba, criaría a mi hijo como creo que debe ser el mundo.

No fui así toda la vida. En un principio era una persona como cualquier otra. De la casa al trabajo, del trabajo a la universidad, de la universidad a la casa a dormir un poco para ir a la misma rutina al día siguiente. Hasta que el temor a perder mi trabajo me costó mi embarazo y entendí que no tenía sentido cuidar una cosa incidental para perder otra que era mi sueño de toda la vida.

No me voy a extender mucho en esa historia de qué me hizo llegar hasta aquí hoy en día, pero sí voy a decir que ésa es la mamá que soy ahora, y la que quiero ser de aquí en adelante. Soy una mamá de esa corriente que hoy en día llaman crianza con apego, o crianza autorregulada, y que yo en lo particular le llamo crianza instintiva, y se basa sencillamente en seguir el instinto, el corazón, el alma, que se la pasan hablándole a una, pero que insistimos en ignorar o por mínimo relegar detrás de los protocolos sociales, familiares, culturales, etc. , que se nos han impuesto por generaciones.

Ser una mamá instintiva para mi implica pensar en lo más sencillo. O mejor dicho en dejar de pensar tanto. Porque una mamá, sobre todo las primerizas (como es mi caso, que después de 4 intentos ahora a mis 32 tengo mi primer bebé), pensamos demasiado.

Pensamos en lo que leímos en todos los libros y artículos de internet que obsesivamente leímos durante 9 meses de embarazo (y en mi caso con los otros embarazos y el desenfrenado deseo de ser mamá fueron muchos meses más). Pensamos cuando vemos a las otras mamás con sus hijos. Pensamos en nuestra mamá con nosotras. Pensamos en las mujeres de nuestra familia y como son con sus hijos. Pensamos en las cosas que nos dice el doctor en la consulta, lo que nos dicen las enfermeras, nuestras amigas, nuestras vecinas, primas, conocidas, mujeres extrañas en la cola del supermercado, en la camionetica, en el metro. Pensamos en el padre de nuestros hijos, en nuestro padre, en nuestro abuelo…

No paramos de pensar, pero en todas esas veces que pensamos muy rara vez o incluso nunca pensamos en algo fundamental, y es qué sentimos nosotras. En cómo creemos nosotras que una madre debe ser. En cómo creemos que un hijo debe ser criado. En como concebimos su crianza, alimentación, educación, socialización, culturización, en fin, nunca nos paramos a pensar, a tomarnos en cuenta a nosotras mismas. Esto claro estoy segura que muchas de ustedes que me están leyendo dirán, “oye eso es verdad, nunca pienso en mi”, pero si lo piensan detenidamente, cuántas veces nos hemos dicho esto? Que debemos escuchar nuestro corazón, nuestro instinto? Miles. Y volvemos a caer en lo mismo de dejar nuestro pensamiento y más importante, nuestros sentimientos, de lado para dar paso a los pensamientos, deseos y sentimientos de los demás. Esto no significa que no oigamos lo que nos dicen los demás, significa que también nos oigamos a nosotras mismas.

Ser una madre instintiva también significa dejar las excusas y tomar el camino difícil. Porque es más fácil ponerlos frente al TV para tener tiempo para hacer otras cosas. O embutirlos en la guardería para poder trabajar más. O tener una niñera para tener tiempo “para mi”. O enseñarles a no hacer desorden, a quedarse callados, a que cuando los adultos hablan ellos se apartan, o no llorar, o a no gritar, o a no…

O sea, es más fácil criarlos como la sociedad nos dice que se deben criar. O cómo nos dicen nuestros padres, amigos, familiares, el pediatra y todo el mundo menos nosotras. Y lo más impresionante es que mientras más avanza la civilización, más alejados estamos de la intuición. Más repetimos patrones socializados que no sabemos realmente qué aval de efectividad real tienen. Ya entraremos tema por tema en todos esos tópicos que a las mamás nos preocupan y nos hacen pensar.

Eso sí, yo no soy sicóloga, ni socióloga, ni pediatra, ni ningún tipo de profesional de ese tipo, ni con adultos ni con niños. Yo no vine a decirte cómo debes llevar tu maternidad. Yo no vine a darte el secreto de una crianza feliz. Yo no vine a decirte cómo comportarte, ni qué hacer ni cuándo. No vine a decirte que ignores a todo el mundo. No vine a enseñarte nada. Vine a compartir contigo mis pensamientos y sentimientos acerca de la mejor y mayor aventura del mundo: la crianza de un nuevo ser humano. Y no me lo tomo a la ligera. Este ser humano podría cambiar el mundo, y podría contribuir a que otros seres humanos lo hagan también. Y siento un enorme compromiso cuando lo pienso así. Siento que es mi deber, mi obligación, no criar a un niño bobo, egoísta, egocéntrico, ostentoso, humillante, ofensivo, pasivo, dependiente. Debo criar el ser humano que cuando cierro los ojos, me imagino que habita el mundo, no el que es, sino el que debe ser. Porque en pensar que el mundo que debe ser algún día existirá reside la semilla del cambio, en actuar hoy según como va a ser en millones de años.

Así que si pensabas que tus ideas de crianza eran raras, si cuando escuchas ciertos consejos de crianza no puedes sentirte identificada con ellos, si no te ves haciendo cosas que otras madres hacen, y sobre todo, si te preguntas si hay otras mujeres como tú que se imaginan otro asunto a la hora de criar, quizá te encuentres con que aquí hay otra mujer que piense parecido a ti.

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