Es apego y no sobreprotección



Las mamás que nos guiamos por nuestro instinto y criamos con apego somos normalmente vistas como locas sobreprotectoras que crearán niños inseguros y pegados de la falda de mamá que no sabrán que hacer sin preguntar primero.

En cierto modo entiendo a las personas que piensan esto porque la palabra apego suena a pegado, que por una cuestión cultural nos parece una característica de las personas necesitadas, sin autoestima, inseguras, entre otras pues nos han criado para verlo así.

No quiero caer en la discusión del porqué permitimos que sean los demás los que le den significado figurativo a palabras según sus propios intereses en lugar de darle el siginificado literal que tienen (aunque esta discusión debería darse para que no caigamos en palabrerías tan estúpidas como “pero es que tú no eres ‘taaaaan’ negra, eres más bien morena”, porque por alguna estúpida razón el decir “negro” es ofensivo e hiriente, entre otras tantas así), sino más bien enfocarme en explicar cómo yo, una mamá entre muchas otras que practicamos y creemos firmemente en la crianza con apego, vemos este asunto que de pegostoso no tiene nada.

Ser mamá con apego no significa estar detrás del niño por todos lados rodeándolo con nuestros brazos para que no se caiga, no se pegue, no se trague, no mire, no toque, no haga… significa dejarlo recorrer, explorar, mirar, chupar, meterse a la boca, entre otras cosas que cualquier niño normal hace. La diferencia es que cuando se caiga y se pegue, y naturalmente se ponga a llorar, la mamá con apego lo levanta y le da cariño y consuelo en vez de decirle “viste yo te dije que te ibas a golpear”, o “párate ya que no fue nada!”, o mi favorita entre las más estúpidas “si te caes te pego”. La mamá con apego levanta a su niño, lo carga, lo abraza, lo besa, y le dice “ya mi amor, todo está bien, vas a ver que la próxima vez lo vas a hacer mejor y no te vas a golpear tan duro”. Bueno, eso es lo que yo hago, y sé de muchas mamás que también.

Ser mamá con apego es permitir que el niño se ensucie, se llene de mierda, agarre la tierra, juegue con las lombrices, se coñasee con el perro en el patio, desordene, corra, grite, salte, raye las paredes, rompa alguna vaina… sea un niño pues. Y que después que rompa una vaina, por ejemplo (porque hace muchas cosas que no queremos que hagan, estemos clarxs), no se le deje de corregir, sino que  se entienda que el niño no rompió la vaina porque pensó en su horrible y pequeña mente manipuladora “voy a romper esto porque sé que a mi mamá o papá le gusta y que le va doler que se lo rompa así que lo haré” o “hago lo que me da la gana porque papá y mamá me dejan y les demostraré que yo mando rompiendo esto”, sino que, como todo niñx, lo vió y pensó que sería divertido tirarlo a ver que pasa y uy! Se rompió…

Ser mamá con apego me gusta porque soy una persona que piensa que todos y cada uno de los seres vivos de este mundo tenemos el mismo valor. Humano, animal, mineral o vegetal, valemos lo mismo. Así que en el ámbito humano es igual. Somos iguales. No soy más que le niño porque el niño es niño y yo soy adulto. Valemos lo mismo, y no entiendo qué sentido tiene imponerle al niño reglas que en primer lugar sólo le imponemos para que entienda que él es el niño y debemos ponerlo en su lugar, sino que aparte de todo cuando entramos en nuestra adultez lo primero que hacemos es desechar. Yo me tardo comiendo lo que me tenga que tardar, y al que me diga que me apure o que no me paro hasta que me coma todo le pinto una paloma y con más razón me tardo más o dejo la comida, así que para qué le voy a poner una regla así a mis hijxs? Una regla que yo no permitiría que nadie me impusiera. No sé de que tendencia política seas tú que me estás leyendo pero yo viro durísimo a la izquierda y la crianza con apego es la cosa más comunista y socialista que conozco y me encanta, porque es ejemplo perfecto de igualdad y justicia (que es lo que nos gusta a los izquierdistas, como dato de cultura general) en cualquier ámbito, y si ésa es la política en la que creo, como no la voy a aplicar a mis hijos.  Cómo no voy a ser justa con ellxs y a escucharlos y a entenderlos y a ver su lado de las cosas. Cómo voy a forzarlos a ser algo que no quieran para sus vidas.

Así que yo le doy la teta, y duermo con él, y juego con él, y paso mucho tiempo con él, y a donde voy me lo llevo conmigo, y voy al conuco con él, y voy a las reuniones de trabajo con él, y fotografío con él,  y grabo con él, y escribo con él (todo esto es un poco más difícil porque, coño! como le gusta al peke una cámara y una computadora y un aparato). Y todo porque él está en una etapa en la que es mi fan número uno, y no hay cosa más maravillosa para él que estar conmigo, y es un tripeo estar conmigo, y se ríe si me río, y se pone triste si me voy, y me sigue a todos lados, y no soporta estar lejos de mi, que si me voy y lo dejo o si se despierta y no me ve le salen unos lagrimones que le parten el alma a cualquier persona que claro está, tenga alma (hasta a mi mamá que mil veces me dice que lo tengo demasiado “pegado”… ven lo que significa para cualquiera esa palabra?)…

Ser mamá con apego para mi es sobre todo disfrutar esas cosas, en lugar de verlo como una molestia. Es sentir tanto tanto amor que los suspiros casi te ahogan cuando ves el amor tan grande que ese ser siente por ti. Es que esos momentos de apego sean tan hermosos que no queramos que se acaben (porque es así, por mi que me necesite así siempre, aunque sé que no pasará). Porque llegará el momento en que ese que estuvo en tu barriga, ése que papá sobó y le habló por meses, ése que pateó, que era del tamaño de un grano de arroz, levante el vuelo y quizá no se vaya ni se aleje, quizá sí, pero de seguro sí hará su vida según sus términos y emprenderá su propio viaje que aunque paralelo e inclusive y quizás en el mismo ámbito será sólo suyo, y los días del bebé que lloraba de no verte ya no existirán.

Ser mamá con apego es ver en los ojos de tu peke el mundo en el crees y no el mundo en el que vives. Es ver en una pequeña personita las ilusiones y sueños y esperanzas que quizás ya no tienes en el mundo de afuera y en la persona común. Es el comienzo de un nuevo mundo y de un ser que podría, que podrá, que logrará, cambiar al mundo, sólo con el hecho de ser amado y respetado desde el mismo día de su nacimiento, qué decir de los días que anduvo rondando gateando o caminando por toda la casa, cayéndose y tumbando todo a su paso. Es la esperanza de un mundo mejor sin tener que inmolarse o inventar reuniones ridículas, sin sentido y que nunca se cumplen en la ONU.

A veces les digo a mis amigas que no sé si será porque a mi me costó tanto que viniera Moisés, sufrí tanto por tenerlo que ahora que está aquí las cosas que jode y que vuelve mierda me alegran y no me ladillan tanto como a otras mamás. Y no creas, no es que nunca pierda la paciencia, no es que nunca al mejor estilo Homero y Bart no piense “pequeño demonio!”, es que son más lo momentos en que tripeo que en que no tripeo, y que aparte pues como digo, ya que soy una persona que pienso que cada quien debe hacer lo que debe hacer siempre que no joda con premeditación y alevosía a los demás, y mi hijo es un ser humano como cualquiera, él también debe hacer lo que sienta sin hacerle daño a otros (humanos, animales, vegetales o minerales).

Pero sobre todas las cosas, ser mamá (o papá) con apego, es vivir con alegría no sólo el período del embarazo y del bebé recién nacido que sólo duerme, come y caga, sino también vivir con alegría el período de joder, romper, chupar toda vaina, tener que correr detrás, entre otras tantas cosas que todo niñx hace. Vivir el momento parental con intensidad y alegría. Ser feliz. Amarlxs. Respetarlxs. Por lo que son. Por lo que quieran ser. Y guiarlos con amor y comprensión.

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