Qué difícil ser mamá presente-mujer-mamá futura



Me gusta compartir mi experiencia porque siempre he pensado que soy una muy rara clase de persona. A menudo le digo a mi esposo que no me hallo del todo en ningún lugar porque soy muy sifrina pal barrio pero muy tierrua  pa la urbanización. Muy jipi pa los cínicos pero muy seria pa los jipis. Muy cóncava pero muy convexa. Un lío pues.

Pero algo que sí me gusta de eso es que coño. Cuando esperé y tuve a Moisés todas las mujeres con las que hablé me comentaron de la magia de ser madre, que todo era maravilloso, el mejor momento de tu vida, como una luna de miel eterna, las molestias son mínimas, y no son nada comparadas con las maravillas de la maternidad.

Yo me sentía que bueno, aparte de que ya para mi por lo que me costó era distinto, con eso que me decían bueno! Estaba segura de que todo sería fácil y perfecto…

Y entonces nació Moisés.

Y fue todo lo mágico y hermoso, toda la luna de miel y lo demás, hasta que un mes o un mes y medio después que mi mamá no estaba para ayudarme, que mi esposo dormía, que yo estaba cansada, que tenía sueño, que tenía hambre, que Moisés no paraba de llorar, que yo no sabía bien que hacía, que me dolía la cesárea, que las tetas estaban que me explotaban, que entre las pepas y las hormonas propias de todo el proceso…

Hasta que ese día me desbordé. Lloré, grité, corrí, me paré, le salí con patadas a mi esposo, me desesperé con Moisés… y me sentí muy pocos minutos después la peor madre, la peor hija, la peor esposa, la peor mujer del planeta. Creo que nunca me había sentido tan culpable en mi vida, cómo podía yo actuar de esa manera? Ninguna mujer en mi lugar actuaría así, después de todo todas las mujeres con las que hablé nunca me contaron que me sentiría triste, desesperada, deprimida, adolorida, perdida, abrumada, consternada. Nada, ninguna cosa que no fuera que vería flores y colores por doquier.

Pero al tiempo entendí, y me di cuenta de dos cosas. La primera es que, por alguna razón, para las personas es sumamente importante quedar bien con los demás. Y siendo que perder la razón, malhumorarse, llorar, entristecer, gritar, o cualquier otra forma de “pérdida de control” es socialmente una muestra de debilidad, obviamente que nadie quiere decir abiertamente “sí, cuando nació mi hijo más o menos al mes me volví loca y llegué a creer que no quería a mi hijo. Luego con tiempo, paciencia y mucha comprensión y conversación se fue pasando algo que es sólo una etapa normal del postparto. Pero sí, se me volaron los tapones a veces”.  No, ni de vaina, porque la súper mujer perfecta (que es algo que también compartiré con ustedes y que se viene por ahí) no puede permitirse que su perfección se mancille con gente hablando por ahí: “te acuerdas la vez que esta tipa perdió la cabeza con su hijo? (o con su marido, amiga, mamá, lo que sea, aplica igual: todos queremos vernos bien ante los demás), que bolas, y yo que pensaba que era seria”. Entonces sólo puede hablarse de lo bueno, ya que lo malo no lo sufres ya sabes, debido a tu perfección, y por ende, cómo hablar de algo que no conoces? (sufrimiento, tristeza, rabia, loquera).

La segunda, es que no es lo mismo escuchar las historias que ser testigo presencial. Y entonces ese mito de la mujer-mamá perfecta, que hace todo y un poquito más, y de paso le queda chance pa ponerse bella y todo se cae cuando en una visita casual a casa de esas amigas cuyas maternidades parecen salidas de un sueño donde los niños no te cagan la cara, o se ponen la peluca, o te pegan, o te muerden la teta… O donde nunca peleas con tu marido mientras el bebé trata de jugar contigo, ni tu mamá se te pone necia a decirte cosas, ni tienes peos de ningún tipo…

Y entonces ves la realidad en acción. Que también se vuelven locas, se desesperan, lloran, se ponen tristes, pelan con el marido, tienen la casa vuelta un zaperoco y van por ahí correteando a sus pequeños tesoros con las peores caras de cansancio que he visto en mi vida. Que son normales pues. Que sufren y padecen como todas lo hacemos. Que pierden el control y seguramente se piensan también cómo pueden sentir eso si todos los libros y las amigas y las mamás y las abuelas dicen que todo es un jardín de rosas, como es que ellas se sienten así. Nadie puede saberlo porque no es normal. Porque es debilidad. Y se nos enseñó a ser fuertes. Y así empieza el ciclo otra vez, y otra mamá que le dice a las futuras madres que todo será perfecto y dulce y maravilloso.

Y por eso me gusta ser rara. Y ser inadecuada. Porque esto tenemos que hablarlo. Porque tenemos todas que saber que somos normales. Que hay algo que se llama depresión postparto (aunque creo que es exagerado llamarla así, más bien un descontrol postparto por todo lo nuevo que te está pasando) que dura quién sabe cuánto, y que después viene la vida cotidiana, normal y mundana, porque viene un hijo que te cambia el mundo, pero ese mundo sigue girando. Y sigues teniendo peos con tu marido, diferencias con tu mamá, peleas con tu hermana, deudas, compañeros envidiosos en el trabajo… la vida pues, la vida misma que no cambia en lo que es externo a ti y que no puedes controlar. Así que sí, algunas veces vas a sentir que pierdes el control, que son muchas cosas juntas, y no está mal, y es normal, y va a pasar, y a volver a suceder, y así y así.

Ahora tengo un hijo pequeño, uno que viene en camino y los problemas normales de la vida. Y aunque muchas veces que Moisés me muerda es algo que puedo soportar, no se me hace tan fácil cuando me muerde mientras tengo un malentendido con mi esposo, tengo náuseas desde hace horas, insomnio, deudas que me caen justo ahora, se pierde mi gata y me roban unas vainas del carro. Y lloro y me deprimo y me siento mal. Y estoy totalmente segura que mis hijos y mi familia son mi vida, y que no los cambiaría por nada, y que no son la causa de mi sufrimiento, así que no me siento culpable por de vez en cuando, caer en la trampas del sistema de sufrir por cosas que no dependen de mi. Porque si de mi dependiera nunca estaría triste. Sé que nadie se pone triste por gusto, así que no debemos sentirnos culpables por sentirnos mal de vez en cuando, simplemente llorar si hay que hacerlo. Alejarse unos minutos a meditar si hay que hacerlo. Pegar un grito bien sabroso si hay que hacerlo. Y luego respirar profundo y seguir andando. No quedarse en el hueco, como me dice siempre mi esposo.

Como digo siempre, yo no soy experta. Yo no estoy para decirle a nadie que hacer. Yo estoy para muy humildemente contarte mi experiencia porque a veces es bueno reconocerse en otros y darse cuenta que siempre hay alguien que siente lo que tu. Así que desde mi experiencia creo que lo mejor es drenar y no acumular, no sea que esa ira un día se manifieste en palabras o –mucho peor- en golpes de las que después de seguro te vas a arrepentir. Y no sólo con tus hijos, sino con tu pareja, tu familia, tus amigos. Es mejor expresarte de una vez, sacar lo que tienes (de buena manera de ser posible) y dejarlo ir, respirar y seguir. Sé que prefiero tener esos momentos de imperfección que ser la mamá que un día diga “necesito alejarme de mis hijos”, o que les grite cada vez que se me acumule la frustración, o que les pegue, o que los deje con quien sea contal de “descansar”.

Hoy lloré, descargué, conversé, respiré y seguí adelante. No todos los días es igual de fácil. Hoy fue un día largo. Pero superado y adelante. Todas podemos hacerlo. Sufrir es normal, y superarlo, más aún.

Comentarios

Entradas populares