El terror de la toxoplasmosis. Desmontemos mitos.

Mi segundo embarazo, una hermosa niña que desgraciadamente falleció en el 7mo mes, me llevó a un espiral de locura, calmantes y antidepresivos que me mantenían en un estado zombie permanente pues no sabía, ni quería saber tampoco cómo lidiar con ese dolor tan grande. Pensé que nadie me entendía. Pensé que Dios no existía. Pensé que el universo me abandonaba. Y los gestos de lástima y condescendencia que hoy sé que eran sinceros y sentidos, en ese momento eran flechas clavadas directo en mi maltratado corazón. Nunca había amado tanto algo. Nunca había sentido un dolor así. Me quería morir.
Muchos exámenes, muchos doctores. La hipertensión, la escoliosis, el corazón, el riñón. "Yo te aconsejo que ya no intentes tener hijos. Será demasiado difícil para ti. No harás sino sufrir". Dolor, llanto, aceptación, resignación... Las etapas del duelo pues. Luego bueno, a otra cosa.
Así que unos años después, y ya resignada a no ser madre, me mudé a mi primera casa, en el junquito.
Antes de seguir con el relato debo decir que desde niña siempre quise un perro, pero como vivíamos en apartamento mi mamá nunca me dejó tener uno (aunque la verdad creo que a ella no le gustan los perros y ya) y siempre me quedó el deseo sin satisfacer. Ahora sigamos.
Cuando nos mudamos al junquito, 15 días después mi esposo me sorprendió. Me llevó a una agropecuaria nos pusimos a ver los perros. "Pobrecitos ahí encerraditos. Mira ese, que bello!" le dije. "Te gusta? Es tuyo"
Así empezó mi eterno amor por los animales. Quien diría que mi perrita Ganjah encendería en mi ese amor de madre que tenía contenido y que sería la primera de una larga, larga, laaaaarga lista de perros que alimentaría, consentiría, cuidaría y amaría. Desde ese momento me convertí en lo que hoy sé que se llama proteccionista, cuidando y alimentando perros, míos o no, y consiguiéndoles casa de ser posible.
Se regó el rumor, y como por cada ser consciente hay 10 que no lo son, no tardó mucho para que en la puerta de mi casa empezaran a aparecer perros de todas las razas, tamaños y edades que "convenientemente" sólo estaban ahí. Y un día ya no fue un perro, sino una caja llena de gaticos. Junto a dos vecinitos nos fuimos por todo el barrio ofreciendo gatos y yo me quedé con una, que fue mi inicio del amor gatuno (aunque desde niña animal que veía animal que sobaba, acariciaba, amaba y le preguntaba a mi mamá si podía llevarme a casa): Cripi, la gata mestiza y multicolor más hermosa y con la personalidad más increíble del mundo. Así, nos hicimos una familia de padres humanos e hijos peludos. 4 perros, 3 gatos, todos felices durmiendo juntos en la misma cama. Amor en acción.
Luego nos mudamos a una casa con terreno más grande, y propia. Todos los hijos y nosotros y luego llegó la sorpresa: un embarazo, no buscado pero sí deseado. Y en ese momento empezó la locura de la gente. "Tienes que deshacerte de esos gatos, son un peligro para tu embarazo". "Cómo vas a querer más a ese gato que a tu hijo, estás loca?"
Y yo me preguntaba si sería verdad. Yo trato de ser investigativa, y no podía ser que por algunos comentarios que no sabía si tenían base yo agarrara a mis hijos, porque es lo que son para mi, y su mamá es lo que yo soy para ellos, y los tirara a la basura. Investigué mucho y de eso quiero hablarles.
El asunto que aterroriza a la población es el virus de la toxoplasmosis, que ciertamente es de cuidado, y si llegas a contraerlo en el embarazo puede ser perjudicial para la madre, pero sobe todo para el bebé. Puede acarrear malformaciones como ceguera, pérdida de audición e incluso retardo mental en el bebé. Al leer esto que te digo puedes llegar a pensar que es una locura conservar un gato durante el embarazo, pero sigue leyendo.
La toxoplasmosis se contrae por medio de las heces del gato, que se contagia al cazar, alimentándose de carnes crudas que tienen el virus. También por medio de frutas o verduras sin lavar en el caso de que las heces del gato hayan tenido contacto con éstos, esto no significa que otros animales como pájaros, perros y cualquier otro no puedan tenerlo, pero así como el mosquito es el único que transmite el dengue, el gato es el único que puede infectarte de esta nociva enfermedad.
Hasta ahí vamos bien, y pareciera que el gato, una vez embarazada, se convierte en tu enemigo mortal, y debes terminarlo y destruirlo si quieres saludable a tu bebé. Pero lo que no te dicen es que si tienes un gato, lo más probable es que ya te hayas infectado con la enfermedad, y antes de que corras a tirar a tu antes peludo amigo por la ventana, te diré que esto, de hecho, es bueno.
Y es que la toxoplasmosis es algo más o menos parecido a la lechina. O sea, que se contrae sólo una vez, y una vez que te infecta, tu organismo crea los anticuerpos necesarios para combatir y vencer el virus, que cual gripe se inocula, instala, vive, se desarrolla y finalmente muere, en la mayoría de los casos sin que si quiera te enteres de que lo tuviste. Así que, en mi caso por ejemplo, que ya tenia más de 3 años con mi adorada Cripi, era prueba ya superada, por lo que nunca representó un riesgo para mi ni para mi bebé. Además de esto, tampoco te dicen que el virus en la heces del gato sólo vive 24 horas, después de este tiempo muere.
Ahora, también es posible que a pesar de años con tu gato seas la persona más aseada del planeta y nunca te hayas infectado, (lo cual, estadísticamente, es muuuuy poco probable). Y es por esta razón que una de las primeras pruebas de rutina que hace el obstetra es precisamente la de la toxoplasmosis. Si la prueba da positiva, esto sólo significa que ya la tuviste, y que no tienes de que preocuparte. Pero si da negativa, espera! Aún no lo lances. Esto sólo significa que debes tomar unas precauciones extras para no contagiarte. El no tener la enfermedad y tener un gato no es garantía de que aquel que ronronea y se restriega contra ti tiernamente sea ahora un enemigo mortal, sólo significa, primordialmente, que en la medida de lo posible intentes no estar en contacto con las heces del gato.
Yo tuve la suerte de poder contar con mi esposo, aunque viviendo en una parcela, mis gatos hacen sus necesidades afuera, pero igual tomé en cuenta éstos consejos que ahora te doy a ti también:
- Si no tienes más remedio que encargarte tú del pupú de tu gatico, asegúrate de usar una pala y si es posible guantes para manipular la caja de arena.
- Uses guantes o no, lávate bien las manos después de limpiar la caja de arena de tu gato. Mejor prevenir que lamentar.
- Después de esas hermosas, largas e intensas sesiones de amor gatuno (que no tienes porque abandonar), lávate las manos con agua y jabón.
- Esta la recomiendo yo: mantén tus uñas cortas, uno no sabe que se le puede meter y quedar almacenado ahí, así te laves las manos 30 veces. Cuando nazca tu peque podrás, si quieres, volver a dejarlas crecer (aunque en lo personal creo que uñas largas y niños no es una buena combinación).
- Lava bien las verduras y frutas que consumes, compradas o cultivadas en casa. Los gatos suelen pasear entre los huertos y dejar sus "regalitos" por ahí.
- Mientras dure tu embarazo, evita alimentar a tu gato con alimentos crudos. Esto no evitará que cacen pues es su naturaleza, pero disminuirá el riesgo, sobre todo si vives en apartamento.
- No permitas que tu peke peludo se pasee por los mesones de la cocina o por el comedor.
- Como regla general, y sin importar si tienes animales o no, no consumas alimentos crudos o poco cocidos. Estos pueden tener virus en sus tejidos que podrían representar un daño para tu salud y la del bebé.
- Ama a tu gato. Como todo ser vivo, sienten, no sólo física sino sentimentalmente, y él o ella notará que lo tratas diferente, lo que puede desencadenar episodios de rebeldía que sólo empeorarán todo. El o ella no tienen la culpa, nunca olvides eso, no son tus enemigos, son seres que te aman.
Los humanos somos prepotentes, y animales, plantas, e inclusive otros humanos pueden ser desechables para nosotros. Nosotros perdimos a Cripi por causas naturales (aunque no sé si una picada de alacrán pueda catalogarse como natural), y muy poco después nuestro bebé murió. No quisiera ni imaginarme lo culpable que me hubiera sentido de tirar a mis hijos a la basura y que ese bebé tan deseado no llegara. Ellos me aligeraron la carga, y de hecho poco después adoptamos a Pucho, que como si entendiera mi dolor, fue el gato más tierno y maravilloso que tuve en la vida, un hijito más hijito que ninguno pues. Me mordía el cachete, me besaba y dormía abrazadito a mi. Aún de vez en cuando lo lloro, y muchas veces veo en mi hijo Moisés cosas de él, como cuando me muerde la cara.
Hoy en día tengo un sólo gato pues la naturaleza se llevó a los demás, y de hecho lo adopté mientras espera a Moisés. Me enloquece de alegría verlos jugando juntos y me sorprende como un gato puede ser tan paciente y amoroso con un bebé, que aceptémoslo, tienen sus momentos chuki.
Los animales les enseñan a los niños a amar, a ser responsables y a socializar desde tempranas edades. Mejoran su tono muscular y su comprensión de las cosas. Les enseñan el valor de la amistad y el amor incondicional. Te invito a que si es posible para ti, fomentes en tus hijos el trato con los animales, te aseguro que no te arrepentirás. Moisés, Nina en la panza, Yusepi (que es el nombre de feto de Moisés y ahora el del gato) y yo nos hicimos unas fotos para mostrar las maravillas de la multicrianza. También te dejo unos links para que leas más sobre este tema. No permitas que te desinformen, antes de tomar cualquier decisión, investiga, infórmate, pregunta, indaga. Ellos te ven como a una madre, no les abandones.
Comentarios
Publicar un comentario