Te va a llevar el loco
El otro día estaba haciendo la cola en el cajero con mi hijo y mi esposo. Recién “re-viviendo” en Caracas, trabajando, cansados y con hambre; en modo automático, mientras que Moisés, lleno de energía se movía de un lado a otro, hablaba con la gente, hacía miles de tareas imaginarias. Mientras saco plata con un ojo en el cajero, medio en Moisés y mi esposo y el otro medio en todas las otras direcciones, el medio ojo que vigila a mi hijo ve que está parado al lado de un loquito que está recostado en la entrada del banco. Moisés lo mira con atención, como estudiándolo. Se le va acercando poco a poco, conmigo y su papá mirando para cualquier cosa reaccionar de una, para no pecar de soñadores. Mientras más se le acerca le va hablando, así a su estilo, contándole un montón de vainas. Al principio me parece que el tipo ni le para. “Ese está es rascado ahí”, pensé prejuiciosamente como cualquier otro pensaría. Pero entonces con el rabito del ojo y mientras hago mi último retiro para completar los 10 bolos que me da el cajero al día y que necesito para comprar comida veo que el hombre sí le está hablando de vuelta, y lo ve como con interés de lo que Moisés le está contando. “Qué bonito” pensé, “nadie hablará con él nunca. Qué cosa con los niños”. Y mientras ya me salí del cajero y me acerco a mis dos amores para irnos de regreso a terminar el fatigoso día me quedo parada al lado de mi esposo, los dos viendo llenos de amor y orgullo a nuestro hijo hablar con el señor. Y luego viene Moisés a llenarnos más de amor: le digo, “vámonos Moisés”, y él le pone la mano en el hombro al señor y le habla un poco más. “Vámonos Moisés, que se hace tarde hijo, diga chao”. Moisés le dice chao y se despide con la mano y el señor también de él. Nos vamos a casa con una anécdota que contar.
Cómo
ha sido posible esto? Si Moisés fuera uno de esos niños a los que sus padres
les dicen que se los va a llevar el loco esa anécdota no hubiera pasado. Él, si
hubiera sido un niño así, al ver al loco se habría pegado como una sanguijuela
a la pierna de papá o mamá, quien estuviera más cerca, y no hubiera dejado de
mirar con recelo en la dirección del loco. Así que nunca se hubiera dado la conversación,
y si hubiera sido el loco el que se le acercara, hubiera gritado, llorado y
corrido de inmediato. Más allá de que usted que me lee decida o no dejar que su
hijo se le acerque a un loco en la calle, menos aún que le ponga la mano en el
hombro, el punto de este escrito es pensar en cuanto a lo de que te va a llevar
el loco. Porque hacemos esto? Que ganamos?
Yo
creo que lo que se gana es comodidad para el padre, que metiéndole un cuento
como ese a su hijo se evita tener que estar más pendiente de que no corra, o de
que no se aleje, o de que se porte bien, etc. Con el cuento del loco le creas
al niño un psicoterror que te da control sobre su persona, cada vez que no
quieras que haga algo le dices que se lo va a llevar el loco y el niño, que
cree ciegamente en las palabras de sus padres pues éstos no tienen ninguna
razón por la cual mentirle ni manipularle, sin chistar se pliega a las órdenes
escuchadas pues, quién querría que se lo llevara un loco lejos del amor, el
cuidado y la seguridad que brindan papá y mamá?
Una
manipulación cruel en ese sentido si me preguntan a mi. Pero aparte de eso, y
creo que no hablamos de esto lo suficiente, es que con cuentos como estos
estamos creando futuros adultos prejuiciosos, faltos de solidaridad y corazón,
pues aparte de la situación que el pobre sujeto en la calle ya está pasando de
paso deben los demás minimizarlo más aún metiéndole cuentos a sus hijos sobre
ese ser que ven caminando por ahí. Cómo crees que puede sentirse ese pobre
personaje caído en desgracia que no tiene donde dormir ni qué comer y que de
paso los niños en la calle le huyen y oye como descaradamente los adultos
inventan cuentos acerca de su persona que ni conocen sólo para facilitarse la
vida y la crianza de sus hijos?
Querido
lector, yo no te pido que agarres a tus crías y los pongas a hablar ni a darle
la mano ni a jugar con las personas sin hogar, los “loquitos” de la calle. Sé
bien que no vivimos en un mundo fácil ni hermoso, y que hay peligro en todos
lados, es algo inherente al sistema en el que vivimos, quien menos crees puede
ser un peligro, pero con la misma los que creemos peligrosos, sólo basados en
la apariencia y sin tener la más mínima idea de cuáles son sus experiencias de
vida, pueden ser las personas que un día te salven la vida, o al menos las que
te enseñen una lección de humildad a ver lo agradables que pueden ser con un
niño. No permitas la propagación del odio o el prejuicio. Es nuestro deber como
padres hacer un mundo mejor criando a nuestros hijos de la mejor manera,
incentivándoles a practicar la humildad, solidaridad, amor, amistad, ayuda y
comprensión. No es el camino más fácil, pero nadie dijo que cambiar al mundo lo
sería. Cuando veas a tu hijo mirar al mundo con los ojos de inocencia y
humildad que tú ya no tienes, no te preocupes, alégrate, pues los niños son el
reflejo de lo que un día fuimos y sólo por tontos dejamos de ser.
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