La Teoría del Vaso Medio Lleno
Fueron un par de años muy duros. Perder a
mi hija después de 26 días de lucha incansable en el hospital inició una
espiral descendente muy dura y difícil, sin contar con lo difícil de
sobrellevar el dolor de su partida.
Como una bola de nieve, que va bajando y mientras baja no
sólo crece sino que se lleva a todo a su paso, todo lo que podía salir mal
empezó a salir mal.
Mi carro estaba averiado, y con el dinero ahorrado para
pagar el arreglo, además de las generosas donaciones de gente buena y hermosa, pagué las cuentas médicas de mi hija.
Mi casa, que tuve que abandonar para mudarme a la ciudad del hospital donde estaba mi hija, y que una vez estuvo sembrada y llena
de alimento, perdió todo pues no hubo nadie para atender la tierra.
Las lluvias que azotaron mi zona deterioraron mucho mi casa,
con lo que se hizo todo más difícil. Mi negocio quebró, y por supuesto que no
tuve el dinero para volver a echarlo a andar.
Con todo en mi contra, me fui con mi familia a la ciudad,
después de abandonarla con tanta dicha pues su bullicio y decadencia me hieren
mucho el alma.
Ahí estaba. De nuevo en la ciudad, empezando desde cero de nuevo, y no
porque se desea, sino porque toca. Pero juntos, eso sí. Siempre juntos. Porque
juntos es menos duro. Juntos reímos, salimos adelante y nos damos fuerza.
Y entonces, después de meses de la peor recesión que habíamos vivido en nuestras vidas (incluso en tiempos cuando ninguno de los dos
trabajaba y era más difícil conseguir empleo), y teniendo los dos un empleo
para medio pagar las cuentas, me
despiden de mi trabajo.
Me estresé. Es más, decir que me estresé es poco. De la preocupación pasé a la rabia, de ahí a la
desilusión, de ahí a la preocupación otra vez, y de ahí a la depresión que se
turnaba con la preocupación para volverme loca.
La rabia por los abusos en el trabajo y por la situación en
la que estábamos, sobre todo después de haber pasado por tanto, y la nostalgia
por mi amada casa en la montaña donde el agua es limpia y la gente te trata
bien, me sobrecogieron.
Así, pasó el tiempo, sin lograr conseguir otra oportunidad
de trabajo, y con todo poniéndose más y más duro, comencé a sentirme en un punto
muerto, sin rumbo, sin saber qué hacer y sin perspectivas. Y con las cosas
empeorando más y más en el país ciertamente no había nada que ayudara a mejorar mi ánimo.
El yoga me ha ayudado a encontrar momentos y espacios de meditación.
Y así, meditando, decidí que aunque no es el mejor momento para no tener un
ingreso fijo y estable, trataría de enfocar mi energía en trabajar por mi
cuenta en lo que conozco y me gusta.
Pensé que quizás de esta manera podría pasar más tiempo con mi hijo, y dedicarme a
hacer tantas cosas que hacen falta y que por falta de tiempo que te quita el
trabajo tradicional siempre se posterga: hacer documentos, buscar o llevar
cosas… en fin, cualquier cosita que hace falta hacer.
Decidí ver mi vida y mi realidad bajo la teoría del vaso
medio lleno. Seguramente la conoces: se habla de una teoría en la que te enfocas en lo positivo de las situaciones, en lugar de ver la parte negativa de todo.
Bajo este precepto, se busca entender que tú, y sólo tú tienes el control de tu mente, tus pensamientos, y los sentimientos que se forman a partir de eso pensamientos. Se trata de no permitir que los factores externos te controlen y dirijan lo que sientes y experimentas.
Lo que quiere decir, es que en lugar de pensar "qué mierda, me quedé sin trabajo", me queda mejor pensar "pues ahora que ya no tengo ese empleo tengo la oportunidad de tratar de encontrar un empleo mejor para mi, donde sea más feliz".
Una vez que cambió mi manera enfocar los asuntos, todo
comenzó a ser diferente. A menos de 3 meses de perder ese empleo (donde la verdad siempre sentí que se desperdiciaba mi talento y creatividad), empecé a trabajar por mi cuenta haciendo lo que amo: escribir. Y mejor aún, aprendiendo un montón de cosas que hasta el día de hoy me sirven muchísimo para, por ejemplo, alimentar este blog que tengo el honor de que tú leas hoy.
Y el tiempo que pasé sin producir dinero, igualmente fue una gran ganancia, porque dejé de sentirme mal por eso. Porque es que esa es la cosa con el sistema en el que
vivimos, donde predomina lo material y un sexo vale más que otro. Ese es el
gran problema del sistema basado en la acumulación de dinero, que te hace creerte el cuento
de que si no produces cosas materiales, entonces no eres nadie, no
importas y mucho menos cuentas.
Pensémoslo bien, quién decide qué es producir?
Cuándo empezamos a pensar que producir es sólo hacer dinero? Si el “macho” que
“paga las cuentas” no cuenta con una compañera que le ayude en las labores del
hogar, qué sería de su vida? Si el barrendero no existiera, cómo lucirían las
calles?
Nos enseñan que unas cosas valen y otras no. Que hay cosas
que son más importantes que otras. No nos enseñan la verdad: que somos un
conjunto de seres interrelacionados entre si, y que necesitamos los unos de los
otros en tranquilidad y armonía para funcionar como la más perfecta de las
orquestas.
Así que me di cuenta de que produzco muchísimo. Produzco
deliciosas y nutritivas recetas para mi familia. Produzco ropa limpia, suave y con rico olor a fresco. Produzco un hogar
higiénico, limpio, saludable y agradable. Produzco sonrisas, sueños, cosquillas
y abrazos a Moisés. Produzco amor y placer junto a
mi compañero. Produzco seguridad, confianza, afecto, respeto y un hombro donde
sostenerse para mi compañero de vida.
Así que en conclusión, mirar la vida desde la perspectiva del Vaso Medio Lleno sí que funciona. Es muy posible que logres muchos más objetivos si ves la vida desde un punto de vista positivo, de reír, de construir, de amar. Y mientras no logres lo que buscas, no serás miserable en el proceso.
Por todo y por todo, únete a los que vemos la vida medio llena y no medio vacía!
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